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12 de febrero de 2009

La continuidad

La principal preocupación de Álvaro Uribe, en caso de que fracase en su nuevo intento reeleccionista, es asegurar la continuidad de sus políticas. Desde 2004, el Presidente ya les decía a sus cercanos aplaudidores que “hay que preparar la sucesión; no podemos dejar el país en manos de ellos”, en clara alusión a los integrantes del Polo Democrático. En aquel entonces, Uribe manifestaba que quería un sucesor con experiencia política y con los pantalones bien amarrados y señalaba a los dirigentes liberales Enrique Peñalosa y Juan Manuel Santos. Según tengo entendido, en ese momento, al enterarse de la propuesta, Peñalosa mostró poco entusiasmo mientras que Santos estaba mucho más abierto a la posibilidad (y eso que todavía no era ministro). Desde entonces Uribe está obsesionado por continuar su proyecto político e impedir que el Polo triunfe en las elecciones presidenciales de 2010.

Sin embargo, tras el salto al agua de Andrés Felipe Arias, quien se declara continuador de los postulados uribistas, vale la pena preguntarse cuáles son esos logros que tanto vale la pena preservar. Aunque la lista es extensa, me voy a referir a unos cuantos aspectos clave, sin incluir la crisis social, que merece artículo aparte.

Para empezar, me pregunto si Arias, o quien sea el candidato oficialista, quiere seguir con las políticas de recompensas e informantes que desembocaron en los falsos positivos, gracias a los cuales han perdido la vida cientos de ciudadanos inocentes, asesinados por nuestras propias Fuerzas Armadas.

¿O será que vale la pena continuar con esas mismas estrategias que han trasladado la zozobra de la inseguridad a las ciudades, donde los índices de delitos contra la vida y la propiedad han aumentado escandalosamente? ¿O lo que hay que cuidar es el avance del lucrativo negocio del narcotráfico, viendo multiplicar sus bandas, al tiempo que la sociedad se ‘traquetiza’?

¿O será que la idea es reforzar los progresos de los últimos años en cuanto a infraestructura? La prueba más reciente y dolorosa del fiasco de Andrés Uriel Gallego como ministro de Transporte es el accidente que se presentó en la vía a Quibdó en días pasados, en el cual murieron docenas de colombianos humildes, mientras el Invías se debate en una maraña de irregularidades. Y ni hablar de la anunciada recuperación del ferrocarril que prometió Uribe en su primera campaña. Después de todos estos años, ahí tampoco hay mucho que valga la pena preservar.

Por último, sería interesante saber si amerita mantener la continuidad de la errática política internacional de Uribe, y el fracaso de sus cinco cancilleres. Utilizadas por el propio Presidente para pagar favores políticos, las misiones colombianas en el exterior han visto desfilar a patéticos personajes que van desde la señora Pum-Pum hasta Moreno Descaro, pasando por otros como Álvaro García, Édgar Perea o Claudia Rodríguez de Castellanos; además de los hijos de Santofimio, Name, Guerra, etcétera.

¿Valdrá la pena seguir en las mismas? Para esa gracia, mejor que siga Uribe, a ver si al fin tocamos fondo.

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